De "ávido don" (Claudia Schvartz)
Viento nordeste entre los pinos canta
sobrias hazañas de sencillez silvestre
Besan los sauces el agua
la ceja de casuarinas se estremece
Yo quisiera la gracia
de ser en ésta y la otra orilla
simultánea, incorpórea, velocísima
Versos perdidos en el río
en cada brazada sumergidos
esplendor reflejo
***
El cielo se desliza
Siempre este vaciarse del instante
Siempre soñar: la forma árbol y generaciones de árboles distintos
Otra vez singulares maneras del instante.
El cielo se desliza. No sabe que es invierno
Y la que escribe es otra, la que observa del árbol la plegaria
y en la tierra en suspenso, un tiempo que genera.
***
El río vuelve por su camino
y en el muelle
queriendo integridad
mi corazón mellado
Vuela la noche recostándose sobre las cosas
vulnerable velo el instante
en que todo muda
la nitidez se ensancha en sombra
mientras el agónico día se adhiere a las formas
raptándoles sentido
Ancestrales advertencias
destila el mínimo crujido
y un destello
de plata capturada apremia el eucaliptus
***
Ocaso, latencia...
Frente a la oscuridad rápidamente desenvuelta
trato de imponerme el recuerdo de las presencias diurnas
Me prometo el cerco florecido, la caña, el limonero
Presa la visión de creciente oscuridad
aguzo mi escasez
Más tarde la noche encenderá
otros nombres
intraducibles para el día
y en esa nueva clama
parecerá irrisorio
el pavoroso tránsito
***
Cursiva
El jardín un relato
de orillas inconstantes
estaciones que suman
un día los días
de imperceptibles cambios
la taza de té
la herrumbre perfumada,
la huella de unos labios
y con letra cursiva
el ala desplegada de la vieja canción
El mismo alma mi alma reconoce
y papeles dispersos en habitual desorden
que un raudal de luz
recorre e incendia
El jardín un relato
de infinitivo acaso
posible y hay quien duda
ay
si reincidir distancia
Moreno
Campo traviesa el sol... el sol
La boca llena de aire el paladar ardido
de un frío que ningún otro
el aliento algodón
y el sol en golpes secos
la respiración
corriendo
el aire en los pulmones
un dolor vindicante y el sol
ojos cerca cada brizna
curva, cascote cada piedra,
tierra en terrón y minuciosa hormiga
la malla del pullover superpuesto
bendita protección
las manos tan rojas tumecidas golpeando
doliendo hasta el huesito
y excitación la escarcha
derritiéndose
sobre la tierra un hilo el humo
exhalación el espesor
el sol el sol campo traviesa
y desde las casa el cierto perfume de la sopa
invitación que se rehúsa porque saltar saltar
la risa el pis incontenible y el pasto alto
a la altura de los ojos una selva
impenetrable no espaciada dorada
corriendo perdiendo la carrera
tropezando sin propósito los gritos
imperdonable llegar última
la sopa el mantel de hule
el arroz de oro el caído espeso
y el olor la manteca el fuego en la cocina
ese frío ardiente
afuera (humo acre de verde rama verde)
desmayado
vibrante el cuerpo fuera de sí
corriendo todavía campo traviesa
mientras la sordina de la radio
al través de los vidrios
salmodia de milicia y el golpe de las manos
a medio cerrar
cosquilleante
y después la ronda
mutuo frotarse
golpecitos de calor
y el ah de revivir en la sopa caliente
mordiendo el pan la consistencia
crocar, la sal,
en la carrera
y al fondo la entrada en los ligustros
el zarcillo de frutas naranjadas
oler en las manos grataegus
y el color de la fruta aplastada entre las yemas
que sólo oler porque envenena
y la pared al sol contra la espalda
así los párpados pesados el oído distante
del campo y el sol traviesa el sonido
menguante a medias
con su solemne estruendo un himno ajeno
y luminosa baba que un caracol traza
en la cal del mojón...
La tarde
todo el peso su luz
para mirar mejor
en este sirio, sigilando al sol
el enigmático vivir...
Viaje
El azar de la mirada
sorprende
el abrupto esplendor de un girasol
Lo cotidiano, inaccesible.
¿Quién, ésta que
huele el aire
y mira el río
-la acuática caligrafía del polen-
y se abandona
se abandona
y sueña?
Comentarios
Publicar un comentario