Tras la recogida de manzanas (Robert Frost)


















Tras la recogida de manzanas


Mi larga escalera doble pasa a través de un árbol

hacia el cielo sereno,

y hay un barril que no he llenado

junto a él, y puede que haya dos o tres

manzanas que no cogí en alguna rama.

Pero ya me he cansado de recoger manzanas.

La esencia del sueño invernal flota en la noche,

el aroma de las manzanas: me estoy adormeciendo.

No puedo quitarme de la vista esta extrañeza

que sentí al mirar por la vidriosa lámina

que esta mañana retiré en el abrevadero

y sostuve ante un mundo de hierba blanquecina.

Se derritió, y la dejé caer y se rompió.

Pero yo estaba ya bien

encaminado al sueño antes de que cayera,

y podría decir

en qué forma mi sueño iba a encarnarse.

Manzanas aumentadas aparecen y desaparecen,

del extremo del tallo al extremo de la flor,

las motas color teja claramente visibles.

El arco de mi pie no solo recuerda el dolor,

recuerda la presión de los peldaños.

Siento cómo oscila la escalera al doblarse las ramas

Y sigo escuchando en la bodega

el retumbar

de cargas sobre cargas de manzanas, aún entrando.

Porque he estado ya demasiado tiempo

recogiendo manzanas: estoy exhausto

de la gran cosecha que yo mismo deseaba.

Había diez mil millares de frutas que tocar,

que apreciar en la mano, sopesar, y no dejar caer.

Porque todas

las que dieran en tierra,

aunque no se magullaran o mellaran rastrojos,

sin duda irían directas al montón para sidra

como si no valieran nada.

Uno puede ver bien lo qué perturbará

este sueño mío, sea el sueño que sea.

Si no hubiera desaparecido,

la marmota podría decir si es como el suyo

un largo sueño, tal y como lo describo,

O es tan solo y sin más un sueño humano.


Traducción: Andrés Catalán

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